Personas de Contacto:
Juliane Koepcke de Diller
Correo:
juliane.diler@zsm.mwn.de
Ubicación:
Distrito Yuyapichis, prov. Puerto Inca, Huánuco
Extensión:
700 ha
Norma:
R.M. Nº 300-2011-MINAM de fecha de publicación 28-12-2011
Vigencia:
A perpetuidad
Objetos de
Conservación:
Hasta ahora viajo por los Andes al “infierno verde” –y forma comillas con los índices de las manos– mientras sonríe atisbando incredulidad. Al observarla, costaría creer que esta señora rubia de apariencia frágil resistiera a la fuerza del monte, pero así fue.
Más de cuatro décadas han pasado desde la tragedia aérea, donde a los 17 años al caer desde un avión, viera apagarse la vida de su madre y de otros tripulantes que no lograron anteponerse al bosque. La selva, un ser respetado por los mismos lugareños, le permitió vivir tal vez porque presagiaba que aquella joven con la clavícula luxada, hija de alemanes, años más tarde se convertiría en defensora y conservacionista implacable de bosques amazónicos, donde alguna vez deambuló perdida, teniendo como única acompañante a la esperanza.
Juliane, ahora mujer madura, viaja año a año desde Alemania a Lima para luego arribar a Ucayali y de ahí siguiendo una travesía en trocha por la Carretera Marginal de la Selva llega al pueblo de Yuyapichis (Huánuco), cruza en bote el Rio Pachitea y después de caminar 5 kilómetros de selva a pleno sol, bajo una temperatura de 35° grados centígrados, divisa el área. Su más preciado tesoro natural, Panguana.
Panguana es una perdiz muy común en la selva amazónica, es un silbido muy melancólico que se escucha en la zona, los recuerdos de ese universo oculto tornan los ojos azules de Juliane.
Rodaban los años sesentas y la reminiscencia del oro negro y la shiringa bullía en la selva. El Perú era un paraíso exótico que atraía viajeros de diversas latitudes. Así llegan los investigadores alemanes Hans-Wilhelm Kopcke y Ana María Kopcke, padres de Juliane. Ella apenas con cinco revolotea entre árboles, persiguiendo perdices y mariposas. Ahí, sumergida en ese nuevo mundo verde aprende de ellos el respeto a la selva.
La madre, estudiosa de aves, sugiere que debido al silbido hueco que los acompaña días y noches en medio del enmarañado clima el sitio debe denominarse Panguana, pues sonoramente tiene esa forma pan – guáaa – naaa. Más tarde, los padres, durante una visita al bosque guiados por Carlos “Moro” Vásquez Modena, poblador originario de la región, observan a tres perdices bebiendo agua. El padre determina: el nombre de esto es Panguana, y en 1968 constituyen la estación biológica que lleva el nombre del ave.
¿Qué es Panguana?
Coronada por un enorme árbol de lupuna, el Área de Conservación Privada Panguana comprende 700 hectáreas y se halla en la zona de amortiguamiento de la Reserva Comunal de El Sira, en Huánuco, a orillas del Río Yuyapichis (río mentiroso en quechua), que debe su nombre a su inesperada crecida cuando llueve.
En Panguana hay 53 especies de murciélagos en dos kilómetros de investigación del área, mientras que en toda Europa sólo hay 27 especies, esta comparación que hace Juliane nos aproxima a entender la extraordinaria biodiversidad que debido a su ubicación geográfica alberga esta zona de selva del Perú.
Inicialmente cuando el área contaba con 200 hectáreas (2 kilómetros cuadrados) de extensión, se registró 500 especies de árboles y 15 de palmeras –especies valiosas hoy amenazadas por la tala legal e ilegal– como la caoba, el cedro, el roble, el huicungo, el tahuarí y la lupuna. Más de 600 vertebrados de múltiple colorido representados en formas de jaguares, pumas, tigrillos, monos, aves de 353 tipos entre águilas morenas, halcones de pecho naranja, pavas de monte, paujiles, guacamayos y el tucán encrespado. Más de un centenar de mamíferos y 78 tipos de anfibios e igual cantidad de reptiles. Un universo paralelo lo conforman los insectos en la zona, recientemente investigados, más de 300 tipos de hormigas en contraste con Alemania que con 3,5 millones de kilómetros cuadrados apenas posee 111 ejemplares de hormigas. Las mariposas de 232 variedades son una espectáculo aparte que embellecen el área, están las que sus alas parecen ojos de búho, las azules, las amarillas, las que son una réplica en pequeña escala de una avión, las multicolor, estas se nutren de la sal mineral y de los bancos de arena. Desde el 2008 la panificadora ecológica Hofpfisterei Muenchen patrocina el área pudiendo así ampliar su territorio de 200 a 700 hectáreas (7 kilómetros cuadrados).
El difícil acceso nos alegra porque sólo así podemos conservar mejor nuestra biodiversidad. Actualmente la infraestructura es sencilla, hay casas para huéspedes –la actividad más importante para Juliane es la investigación científica, hay espacio para investigadores y su meta es la conservación del bosque– en el futuro quisiéramos hacer ecoturismo moderado, para ello es importante que la población conozca, sea educada del porqué es importante conservar los bosques pluviales – Juliane y su equipo, entre los que se encuentran su esposo Erich Diller, el guía Carlos Vásquez “Moro”, familiares de este y pobladores vecinos al área, trabajan en proyectos sociales de apoyo e información a la comunidad nativa ashaninka y a la escuela de Llullapichis. El paisaje es una invitación fabulosa a conocerlo.
La mejor temporada para visitar (dependiendo de lo que uno quiera ver) es mayo y junio pues no hace mucho calor, los árboles florean en ese tiempo, por ejemplo la bolaina –flores de intenso color–. En diciembre y enero llueve fuertemente y salen muchas ranas –dice con esa expresión pacífica que la caracteriza– que se les ven por todas partes.
Para mi la selva siempre ha sido un paraíso –sonríe mientras explica muy segura su afirmación– un ambientalista africano dijo “en fin, solamente vamos a conservar los que amamos y podemos amar aquello que comprendemos y además vamos a comprender solamente aquello que nos han enseñado” – termina pausadamente, al momento en que tras sus lentes sin marco se le marcan en los párpados las líneas de una vida que lleva conservando más de cincuenta años.
Yo me crié entre perdices. Esta vez sonríe intensamente con el rostro iluminado como si recordara algo hermoso. A Ana María Kopcke, la madre de Juliane le dio un tiempo por criar perdices en las Lomas de Lachay. Juliane siempre se ha identificado con estas aves, no resulta extraño, pues el canto de este animal la acompaño desde muy niña junto a sus padres. Más tarde, cuando estuvo perdida en el monte, aunque solitaria y desamparada, la selva ya era su casa y no podía lastimarla. (Galia Gálvez)
Se puede acceder al ACP Panguana por vía terrestre o fluvial. Se viaja normalmente en carro, saliendo de Pucallpa. En el kilómetro 86 de la Carretera Principal de Pucallpa a Lima (pueblo Von Humboldt) se desvía al sur y se sigue la Carretera Marginal de la Selva por unos 100 km hasta llegar al pueblo de Yuyapichis. De allí se cruza el río Pachitea en bote, y desde la desembocadura del río Yuyapichis se camina por una trocha unos 5 km río hasta llegar a la estación Panguana. En el área hay algunas cabañas para investigadores.
Coordinar la visita a Panguana previamente con el administrador Carlos Vásquez Módena.
En Panguana la principal actividad, además de la protección del bosque y su biodiversidad, es la investigación científica. Así como proyectos sociales de apoyo e información a la comunidad nativa ashaninka y a la escuela de Llullapichis.
Si deseas enterarte más de lo que viene realizando Panguana y buscas la manera de colaborar, ingresa a: www.panguana.com