“De estos sitios nace el agua. Si no lo cuidamos, ¿qué pasará?”, reflexiona Juan Merino, mirando los páramos en medio de una lluvia que no ha parado en los últimos dos días. Estamos en las alturas de Piura, en la frontera con el Ecuador. Merino es uno de los líderes de la Comunidad Campesina de Samanga, ubicada en la provincia de Ayabaca, la misma que protege uno de los reservorios de agua más importantes del norte del Perú y responsable de dotar de líquido elemento a la cuenca del río Chira.

Durante décadas, los pobladores de Samanga se dedicaron a sacarle provecho a la tierra. Talaban el bosque como querían. Lo prendían para hacer pastizales destinados al ganado. “No le tomábamos importancia”, nos cuenta Juan Merino, nacido en el anexo de Espíndola, el poblado peruano más cercano a esta parte del límite con Ecuador. Sin embargo, todo cambió en el 2006 cuando Merino fue elegido por segunda vez Presidente de la Comunidad de Samanga. Vio la importancia de conservar y recibió la ayuda de la ONG Naturaleza y Cultura Internacional (NCI), que los apoyó para gestionar el reconocimiento de Área de Conservación Privada (ACP).

Esta ACP es peculiar. Tiene dos zonas muy marcadas. Los páramos y los bosques de neblina. Dos ecosistemas distintos que comparten un mismo espacio. Ambos muy importantes para nosotros. “Este es un gran colchón de agua. En época de lluvias los páramos retienen todo el agua y en los meses siguientes van soltando poco a poco por las quebradas, dando de beber a miles de personas. Tenemos que darnos cuenta que sin ellos en buen estado no podemos vivir”, dice Dimas Olaya de NCI, un enamorado de esta zona del Perú. “Desde la primera vez que subí a este lugar, supe que quería trabajar acá, me quedé prendido de este aire puro”, enfatizó Olaya.

Después de hablar con Dimas, subimos a los páramos y al bosque de neblina junto a Juan Merino. Ahí reconfirmamos lo que nos dijo. Mucha vida por todos lados. Esta ACP forma parte del corredor biológico transfronterizo que se conecta con el Parque Nacional de Podocarpus, Parque Nacional Yacurí, el Bosque Angaschola de la Comuna de Cochecorral, en Ecuador, y con los páramos de Ayabaca y Pacaipampa hacia el norte del Perú. Se puede encontrar 117 especies de aves, entre las que resaltan las pavas de monte, colibríes, tucanes, halcones y gavilanes. También son comunes los venados de cola blanca, zorros, armadillos y hasta el oso de anteojos y el tapir. Por si fuera poco, más de 290 especies de flores adornan esta gran reserva de agua que en lo más alto se luce la mágica laguna Prieta o Negra, donde llegan los chamanes de la zona para hacer sus conocidos amarres y embrujos, y que dicen, sus aguas te llenan de energía positiva el cuerpo.

Los comuneros saben que basta más que el reconocimiento de ACP para proteger su bosque. Es así que han desarrollado programas de educación ambiental con toda la comunidad. Y han dado resultados. Desde hace cinco años no se tala ni se quema en Samanga y ahora crecen muchas plantas medicinales como el poleo del inca, que cura la gonorrea y los dolores de estómago, o el diente de león, que combate la diabetes, la mala digestión y es muy recomendada para los problemas de los riñones.

Este mágico tiene todavía mucho que explotar para darle sostenibilidad al área. En el caso del turismo la laguna negra, los páramos, el bosque, los petroglifos son algunas de las rutas que se pueden hacer. En Samanga ahora hay mucho agua y los pobladores saben que se debe cuidar. El frío penetra en los huesos pero la hospitalidad de la gente hace que se sienta el calor de la gente.