Reflexiones sobre género: la prosperidad de ecosistemas diversos y sociedades incluyentes
Artículo escrito por Sara Pineda*, participante de Aceleradores por Naturaleza 2022
En ocasiones me preguntan, y yo misma también lo hago, ¿por qué priorizo el empoderamiento de las mujeres al planear y desarrollar proyectos de conservación en comunidades rurales? La respuesta no es sencilla, pues esta se ha construido a partir de una praxis conformada por una serie de conocimientos, vivencias y reflexiones que he tenido como mujer y bióloga latinoamericana. A continuación, compartiré algunas reflexiones en torno, únicamente, al ámbito profesional, pues todo lo que está fuera de este ámbito daría para un texto mucho más largo.
+ La inclusión de la mujer latina: una tarea pendiente
Hablar de la mujer es hablar de más de la mitad de la población. Y es esta mitad de la población la que se encuentra en desventaja en muchos ámbitos socioeconómicos. Enfocándonos en el contexto latinoamericano, en promedio, el 28.6 % de las mujeres de la región no percibe un ingreso propio, frente al 10.4 % de los hombres que se encuentran en esta misma situación (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2020a). Esto se traduce en una dependencia económica que vulnera el poder de decisión y la autonomía de las mujeres.
Por lo que respecta al trabajo no remunerado, las mujeres de la región dedican tres veces más tiempo que los hombres a labores domésticas y de cuidado (CEPAL, 2020b; CEPAL, 2020c). Lo anterior implica que las mujeres no puedan integrarse fácilmente al mercado laboral, dado que cargan con un trabajo adicional no remunerado. Por otro lado, en materia de la titularidad de la tierra, solamente entre 10 y 20 % de las mujeres poseen tierras, a pesar de producir más de la mitad de los alimentos (ONU Mujeres, 2011; Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura [FAO], s.f.).
Esta falta de tenencia implica que las mujeres no puedan acceder a apoyos públicos, ni decidir sobre cómo emplear los recursos para satisfacer sus necesidades (Instituto Nacional de las Mujeres [Inmujeres], 2020). Estas importantes inequidades en materia de ingresos, trabajo y tenencias actúan como una barrera para el desarrollo pleno, digno y autónomo de las mujeres. De aquí surge una pregunta sobre el impacto que esto puede tener a una mayor escala: ¿la marginación de las mujeres puede ser un lastre que frena el potencial de la sociedad? Vamos a explorar la respuesta desde los conceptos de diversidad y resiliencia.
+ Empezando por el empoderamiento de la mujer rural
El término resiliencia fue introducido al mundo de la ecología por C.S. Holling en 1973. La definió como una propiedad de los ecosistemas para persistir ante los cambios generados por ciertas perturbaciones (Holling, 1973: 14). En ese mismo artículo, menciona que, si el medio es homogéneo, tendrá poca resiliencia y, por lo tanto, un riesgo mayor de colapsar (Holling, 1973: 18). De esta manera, si un ecosistema posee una alta diversidad biológica, se mantendrá estable ante fluctuaciones ambientales, sin alterar sustancialmente su forma y sus funciones. Un ecosistema con poca diversidad, por su parte, podría verse alterado de manera significativa ante alguna presión ambiental (Cleland, 2011). ¿Qué tiene que ver todo esto con el empoderamiento de la mujer rural? La respuesta está en la relación entre la diversidad y la resiliencia. Si una alta diversidad bióloga brinda resiliencia, ¿podría la diversidad social ser el pilar de sociedades resilientes?, ¿la inclusión de las mujeres en las distintas esferas sociales, culturales, económicas, políticas y ambientales puede promover la diversidad social y esto, a su vez, beneficiarnos de manera colectiva?
De hecho, bajo esta primera premisa, la Unión Europea desarrolló el proyecto Divercities, que evidenciaba los beneficios socioeconómicos (como cohesión social, movilidad de la población y rendimiento económico) de la diversidad social en ciudades (CORDIS, 2017). Por ello mismo, me pregunto por qué no trabajar por la inclusión de las mujeres si la diversidad puede contribuir al mejoramiento de la sociedad. En relación con esto, se ha reportado que la inclusión de más mujeres en los procesos de toma de decisiones políticas aumenta el nivel de efectividad y rendición de cuentas del sector público en un país (Asuako, 2020; UN Women, 2021). Asimismo, se ha evidenciado que los equipos con una mezcla de género igualitaria se desempeñan mejor que los equipos dominados por hombres (Hoogendoorn et al., 2013).
Ahora bien, ¿se trata de que los hombres ahora sufran inequidades y marginación? No. ¿Se trata de polarizar y dividir a la sociedad? No. Los hombres también son víctimas del sistema patriarcal. El artículo publicado por Keohane y Richardson (2018) explica cómo las normas masculinas generadas por el contexto sociocultural impiden que los hombres con depresión y riesgo de suicidio pidan ayuda, lo que provoca que la mortalidad por suicidio sea de tres a cuatro veces mayor en hombres que en mujeres. Todo lo anterior busca hacernos conscientes de las brechas de género, lo que nos animará a trabajar en conjunto para buscar nuevas formas de hacer, pues la equidad nos brindará múltiples beneficios a todos.
Un ecosistema con una gran variedad de vida, en todos sus niveles, prospera y mantiene la resiliencia, así como favorece una sociedad inclusiva y diversa. Los ecosistemas, así como la sociedad, necesitan diversidad para prosperar. En este sentido, debemos abordar las brechas de género utilizando la diversidad, la equidad y la inclusión como motores para construir una sociedad más equilibrada, una sociedad capaz de aportar nuevas y variadas visiones que conduzcan a una mejor toma de decisiones. La igualdad de género, además de ser un derecho humano, es necesaria para lograr nuestro mejor potencial como sociedad. La diversidad y el rendimiento van de la mano. Por ello, busco promoverla desde el nivel comunitario en todos los proyectos en los que colaboro.
*Sara Pineda
Sara es una bióloga mexicana y exploradora de National Geographic que trabaja por la justicia socioambiental a través de la ciencia, la educación y las redes colaborativas. En el área de la ciencia, ha coordinado proyectos participativos en las áreas naturales protegidas de Yum Balam y Tehuacán-Cuicatlán. Dichos proyectos se han abordado con perspectiva de género, promoviendo enfoques de Adaptación basados en Ecosistemas con el fin de fortalecer la resiliencia de las comunidades ante el cambio climático. Mientras que, en el área de educación, ha coordinado distintos proyectos de educación ambiental. De igual manera, Sara tiene una participación activa en redes ambientales como RELLAC-Jóvenes, en donde dirige los procesos de gobernanza para articular una red ya activa en 9 países latinoamericanos y así, promover el empoderamiento e inclusión de jóvenes en la toma de decisiones para transformar las áreas protegidas de la región. En el último año, Sara se ha convertido en Climate Reality Leader y Arctic Angel para conectarse con otros ambientalistas, y así construir una comunidad más articulada que aborde y trabaje por la justicia socioambiental.
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