“Nuestra niñez era hermosa. Consumíamos todo lo que salía de nuestra tierra, todo orgánico, natural”, nos dice don Leuvigildo López en medio de su chacra, buscando algunos caimitos, palillos, guayabas y guayabillas, dulces alimentos y golosinas obligatorias de los chicos de Rodríguez de Mendoza, cuando López y sus amigos eran niños y no sabían qué era un chicle o un caramelo.
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